Los secretos de la mágica Isla de Pascua parte I

No fue el ruido, ni los semáforos, ni siquiera el ritmo estridente de la gran ciudad. Lo que más le costó asimilar a Sebastián Pakariti en aquel largo año que pasó en Santiago de Chile fueron las distancias. "Aquí todo está cerca. Salir a pescar, ir al campo, los amigos... Todo lo contrario a lo que sucede en el continente", comenta el joven guía del pueblo rapa nui, quien, como la mayor parte de aquellos que alguna vez traspasaron la frontera de acantilados, no tardó en regresar a la isla de Pascua.

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Curiosa paradoja la de Sebastián. Porque si hay un lugar en el mundo que está absolutamente lejos de todo, ése es la isla de Pascua. En medio del Océano Pacífico, a 3700 kilómetros de la costa chilena y 4000 de la Polinesia Francesa, la isla es el símbolo geográfico de la soledad. No hay lugar poblado que esté más aislado del resto del mundo. Pitcairn, otro puntito perdido en la inmensidad del Pacífico, es la tierra firme más cercana: está a 1900 kilómetros y cuenta con apenas 47 habitantes.

Así y todo, en el aeropuerto Mataveri -cuya pista fue ampliada por la NASA como alternativa de emergencia para el aterrizaje de los transbordadores espaciales-, aterrizan de a montones los turistas, que son recibidos con collares y guirnaldas de flores (al partir, como despedida, con collares de caracoles). Tras cinco horas de vuelo desde Santiago, llegan todos los días en los vuelos colmados de LATAM (LAN hasta hace pocas semanas).

Aunque las aguas templadas y cristalinas de la isla atrajeron al mismísimo Jacques Cousteau, prácticamente nadie viene hasta aquí por el buceo. Ni siquiera para darse una panzada de pescados y mariscos, ver espectáculos folklóricos o retozar en la arena de coral de la playa Anakena.

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El visitante promedio llega invariablemente atraído por el misterio que envuelve el territorio, por su enigmática cultura y por los esculturales moai (el plural es así, sin s), tallados entre los siglos XII y XVII d.C. En total, se han contabilizado 887 de estas estatuas de rostro alargado y pómulos salientes, un verdadero ejército de figuras de piedra sembradas por toda la isla. De éstas, 288 han sido erigidas sobre un altar o ahu, de espaldas al mar. El resto -con excepción del ejemplar que se exhibe en el Museo Británico de Londres- aún se encuentra diseminado en la cantera del volcán Rano Raraku, desde donde se extraía la toba volcánica para esculpir.

A medida que se asciende hacia el cráter, por la ladera verde que da al mar, yacen los torsos partidos, rostros hundidos en la maleza (sus cuerpos están enterrados debajo de la superficie) y las tallas decapitadas. Allí se destaca el moai más grande jamás concebido -22 metros de altura y 182 toneladas-, pero no está terminado (se cree que incluso hubiese sido imposible de trasladar por su gran tamaño). Los rapa nui sacaban las estatuas ya talladas de la roca madre y las trasladaban por las inclinadas laderas del volcán y el suelo pedregoso hasta el lugar donde debían ser erigidas. Sobre cómo las transportaban, incógnita que asoló a investigadores durante décadas, hay por lo menos cinco teorías: desde el uso de trineos hasta la ayuda, cómo no, de extraterrestres, aunque la más aceptada hoy es que se movieron gracias a cuerdas y tracción humana, parados.


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En la pared interna de Rano Raraku, por encima del espejo de agua dulce en cuyas orillas pastan manadas de caballos salvajes, todavía se distinguen los contornos de numerosas figuras a medio esculpir.

Fue en las faldas de ese volcán donde, según la tradición oral de los rapa nui, se libró una de las más sangrientas batallas (al parecer, por el control de los recursos) entre los clanes de los "orejas cortas" y sus enemigos, los "orejas largas" . Denominaciones que en realidad no son más que un error de traducción, ya que los nombres originales eran hanau momoko (raza alta) y hanau e' ep (raza larga). El asunto es que las guerras entre clanes, el fin del culto a los antepasados (porque la teoría más extendida es que los moai no eran sino representaciones de los ancestros más importantes de cada linaje) y los terremotos de diversa magnitud terminaron por sellar el destino de los colosos impertérritos.



Continuara...





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