7 Razones para visitar la región de Aysen parte I

Por mucho tiempo, Coyhaique ha sido considerado sólo un sitio de paso para quienes viajan por la Carretera Austral. Pero las cosas están cambiando. Se han abierto hoteles boutique, su gastronomía luce más sofisticada y los múltiples atractivos naturales que hay en su entorno (desde pesca de nivel mundial hasta nuevos paraísos del trekking), parecen confirmar la tendencia: Coyhaique tiene todo para convertirse en la próxima capital turística de la Patagonia chilena. Aquí, siete razones para creerlo.  



1 Por la Reserva Cerro Castillo 

“Es cierto. Cuando explote Cerro Castillo, esta ciudad podría transformarse en algo así como Puerto Natales”, dice Catalina Prieto, dueña del restaurante Mamma Gaucha, el sitio con más ambiente de la ciudad, en pleno paseo Horn de Coyhaique (Paseo Horn 47; tel. 67/210 721). Un cálido bar y restaurante (lo de cálido es literal: hay un horno ardiendo) donde concurren turistas y locales, con buenas pizzas, comida italiana y cerveza artesanal y que, de algún modo, recuerda ese estilo patagónico y a la vez cosmopolita que se siente en sitios como Puerto Natales, punto de entrada a las Torres del Paine, el parque más famoso de Chile.

Catalina Prieto y su marido, Franco Valdés, precisamente trabajaron varios años allá y hace dos apostaron por radicarse en Coyhaique, convencidos de que esta ciudad tiene todo el potencial para convertirse, en un futuro no muy lejano, en algo así como el Puerto Natales de esta zona. Es decir, una base de operaciones hacia sitios de asombrosa belleza natural, como la Reserva Nacional Cerro Castillo, distante a sólo 64 kilómetros por camino pavimentado. Cerro Castillo hace rato viene haciendo ruido en las revistas especializadas y entre los expertos en trekking, que han situado a sus senderos en el mismo nivel -incluso algunos opinan que es superior- a los de Torres del Paine. De hecho, la montaña misma es un atractivo: impresionante “castillo” con puntiagudas torres de granito, donde se esconden bosques, lagunas y glaciares intactos, y donde todavía anda muy poca gente.

¿Pero qué le falta a esta reserva para explotar? Como muchas cosas en la Región de Aysén, y como coinciden varios empresarios turísticos locales, todavía falta mejor infraestructura y servicios para quedarse y hacer las excursiones de largo aliento. Y también, aunque esto ya sería el segundo paso, darse a conocer más, aunque con calma. Como para no arruinar tan pronto el secreto auqneue por su gran cantidad de fauna nativa como zorros culpeos, Pumas o Huemules de seguro aumentara las visitas prontamente.



2 Por sus caminos

No hay duda: en Coyhaique y sus alrededores están varios de los caminos más bonitos de Chile. Un día con sol en esta Región es garantía de buenas fotos: no existen en Chile cielos y nubes más brillantes que los de esta ciudad, que coronan montañas de formas extrañas -como el monte McKay, “el Table Mountain” de Coyhaique, desde donde perfectamente podría haber salido el ovni de Encuentro Cercanos del Tercer Tipo-, praderas verdes donde pastan tranquilamente vacas y ovejas; ríos, lagos y lagunas de agua transparente, y un largo etcétera de postales.Pruebe, por ejemplo, la ruta que va entre Coyhaique y Puerto Aysén, donde se consiguen lindas vistas hacia el río Simpson -especialmente en esta época, cuando la ribera está llena de lupinos o chochos, flores de color morado típicas de la zona y que de pronto recuerdan a los campos de lavanda de la Provenza-. Tome el llamado Camino Turístico, un desvío de ripio anunciado en un letrero a la izquierda, pasada la segunda puerta de acceso a la Reserva Nacional Río Simpson, que se acerca el río entre casas campestres y que es, desde luego, muy bonito.La lista de rutas es larga: si quiere ver cóndores, maneje hacia el sector de Coyhaique Alto, casi en la frontera con Argentina, donde está la Estancia Punta del Monte (tel. 67/231 601; www.puntadelmonte.cl), que organiza circuitos de avistamiento de estas aves y otros tipos de turismo rural.



Si quiere adentrarse en la pampa y aislarse del mundo -literalmente- vaya hacia el pueblo de Ñirehuao, un ventoso y polvoriento caserío a 67 kilómetros de Coyhaique donde está el llamado Valle de la Luna, unas curiosas formaciones rocosas donde se encontraron osamentas de 9.000 años de antigüedad en el sector de Baño Nuevo, que estudia el arqueólogo Francisco Mena. Y si busca postales de la Carretera Austral, sepa que uno de los paseos clásicos imperdibles por el día desde Coyhaique, que organizan empresas como Pura Patagonia (tel. 67/246 000; www.purapatagonia.cl), es ir hacia el norte, hasta donde está el Parque Nacional Queulat, con su icónico ventisquero y su camino lleno de curvas, y seguir un poco más allá hasta las termas de Puyuhuapi; o puede partir hacia el sur, donde está Puerto Tranquilo y las famosas Cavernas de Mármol del lago General Carrera. Va y vuelve. Qué mejor

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3 Porque mejora la cocina

Aunque aún le falta para alcanzar el nivel de sofisticación y variedad que están alcanzando las escenas gastronómicas de Puerto Varas o Puerto Natales, las capitales gastronómicas del sur, en Coyhaique la oferta culinaria luce cada vez más elaborada. Imperdible si viene a la ciudad es ir al Dalí, un pequeño restaurante con sólo seis mesas, destacado por revistas de lujo como Conde Nast Traveler y con precios muy razonables para lo que es: una comida súper gourmet completa ronda los 20 mil pesos por persona (Lautaro 82; tel. 67/245 422). El dueño y cocinero del Dalí, Cristián Balboa, es un apasionado de los productos regionales y lleva años intentando consolidar una red de proveedores locales que le permita contar con ingredientes como morillas (un tipo de hongo muy cotizado en Europa), mantarrayas, puyes (similar a la angula europea), liebres silvestres y peces como las brótulas o chancharros, que de una u otra forma se presentan en su cocina.

Balboa es también un investigador: a la fecha tiene identificados 150 productos regionales comestibles (por ejemplo, sus platos pueden llevar flores de lupino, algo que espantaría a cualquier patagón acostumbrado sólo al cordero), los que pretende recopilar en un próximo libro sobre la Región. Y él mismo, junto con su mujer, atiende a los comensales que, en un noventa por ciento, es gente que viene de afuera. “No me gustaría que Coyhaique se llenase de restaurantes gourmet, porque no tiene sentido -dice Balboa-.

Tradiciones como los asados al palo no se pueden perder, pero mi interés es potenciar lo local. No puede ser que la mayoría de los restaurantes haga sushi o comida italiana. Eso lo encuentras en todos lados”.Una línea similar sigue el recién abierto Ruibarbo, a cargo del joven chef Pedro Kuhn, con experiencia en restaurantes santiaguinos como Puerto Fuy o Boragó (Av. Baquedano 208; tel. 67/211 826). Su antiguo restaurante se llamaba Caiquén y estaba en el centro de Coyhaique, pero tras las manifestaciones de febrero de este año, que paralizaron la ciudad por casi dos meses, tuvo que cerrarlo y empezar de nuevo en otro lugar y con otro nombre. Hoy, se trata de un local con cuatro mesas, que también funciona como cafetería y que utiliza productos locales como truchas silvestres, verduras como el ruibarbo o las grosellas y queso de oveja, entre otros. 

¿Dos últimos datos? El restaurante El Ovejero del hotel El Reloj, clásico de Coyhaique y recomendado por el propio Cristián Balboa (Av. Baquedano 828; tel. 67/231 108), y La Casona (Obispo Vielmo 77; tel 67/238 894). En este último, eso sí, no espere onda, pero sí platos sabrosos y contundentes, con buena atención y a la antigua: los garzones usan uniforme. Los puyes al pilpil son excelentes, y las carnes, pescados y mariscos no fallan.



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