El poder de la mirada
De todas las plataformas donde se erigen los moai, la
más fotografiada es el ahu Tongariki, donde se restauraron 15 figuras, con
financiación japonesa (una excusa para hacer publicidad de sus grúas, es la
versión más extendida entre los rapa nui). A pasos del rugido ronco del
Pacífico, las 15 miran al interior de la isla, protegiendo a sus habitantes con
sus miradas vacías e inexpresivas: les faltan los ojos, que se hacían de coral
blanco y obsidiana y eran el Mana o alma de la figura. Sólo cuando un moai
tenía sus ojos incrustados estaba terminado y empezaba a ejercer su poder
protector sobre el poblado (razón por la cual miraba hacia la villa y no al
mar). Por eso, durante la cruenta guerra entre clanes, lo primero que hacían
los guerreros era destruir los ojos de los moai de la tribu enemiga. En el Museo Sebastián Englert (no hay otro en la isla; debe su nombre al sacerdote
alemán que llegó allí en 1935 y dedicó los últimos 34 años de su vida al
estudio y difusión de la cultura rapa nui) se atesora el único ojo de moai
original descubierto hasta ahora.
Ahu Tongariki y sus 15 Moais. |
El ahu Tongariki es uno de los más visitados de la
isla; sus 15 moai fueron restaurados a mediados de los años 90
Hay una sola figura que aún luce sus ojos de coral y
es la que se levanta en el ahu Tahai, otro centro ceremonial muy cercano a
Hanga Roa, la capital y única población de la isla. Los restauró a fines de los
años 60 el arqueólogo norteamericano William Mulloy, que está sepultado en las
afueras de Hanga Roa y es el único extranjero en cuya tumba reposa un trozo de
toba volcánica (al no ser rapa nui, no se le puede colocar una reproducción de
moai, como sí se ve en cambio en el cementerio local).
Otro grupo de moai restaurados es el de la plataforma
de Anakena, también de visita obligada, pero sobre todo por la preciosa playa
que se extiende a sus espaldas (la otra playa habilitada, Ovahe, igualmente
espectacular aunque diametralmente distinta, es una pequeña franja de arena
escondida al pie de un abrupto acantilado). Con su arena blanca y refulgente,
el agua turquesa y el bosque de palmeras traídas de Tahiti (la isla quedó
desforestada hace siglos), Anakena bien podría ilustrar un ranking del tipo
"Las diez mejores playas de..."
Playa de Anakena |
Aquí fue donde, según la leyenda, habría desembarcado
en el siglo IV ó V d.C. el primer rey de la isla, Hotu-Matu'a, junto a su
familia y su séquito, en dos grandes canoas. Mientras los antiguos navegantes
europeos temían caer del planeta si se alejaban demasiado del continente, los
habitantes de Polinesia cruzaron 4000 kilómetros de agua en sus angostas
embarcaciones hasta llegar a la isla de Pascua. También alcanzaron Nueva
Zelanda, al oeste, y Hawai, al norte, formando un gran triángulo cuyo vértice
oriental ocupa Pascua.
Durante siglos, los rapa nui estuvieron convencidos de
que estaban solos en el mundo, de que no había nada más del otro lado del
océano. Por eso, el nombre original de la isla, Te Pito Te Henua, que puede
traducirse como "el ombligo del mundo", parece el más acertado.
Cuando llegaron los europeos en la Pascua de 1722, la isla adoptó su nombre
actual. Para entonces, los habitantes se encontraban diezmados por las feroces
luchas intestinas, aunque todavía les faltaba padecer pestes, piratas y
traficantes de esclavos, entre otros flagelos que en algún momento redujeron a
los rapa nui a apenas 111.
Hoy la población alcanza las 6000 personas, de las
cuales aproximadamente 3500 son rapa nui. Un número muy inferior al de turistas
que anualmente visitan la isla. El año pasado fueron 90.000 (hasta 1994 no
llegaban ni a 10.000) y, lejos de alegrarse, muchos lugareños levantan las
cejas. Es que existe una fundada preocupación por el cuidado del patrimonio de
la isla, a la que suelen definir como un gran museo a cielo abierto, con sus
monumentales estatuas salpicadas por toda la superficie. El último incidente
serio ocurrió en 2008, cuando un turista finlandés arrancó parte de una oreja a
un moai, aparentemente para llevársela de recuerdo. Fue descubierto y debió
pagar 17.000 dólares de multa. Tuvo suerte: evitó una condena de cinco años de
cárcel, tras pedir perdón públicamente por su "irresponsable
actitud". El enardecido alcalde de la isla había incluso propuesto
cortarle la oreja al turista, en una versión poco aggiornada de la ley del
talión.
Moais en Isla de Pascua. |
El mayor problema, de todos modos, no son los turistas
(al fin y al cabo la isla vive casi enteramente de ellos), sino aquellos que
llegan para quedarse. Con buenos sueldos y buena calidad de vida, los
inmigrantes (la mayoría de Chile, país al que la isla fue anexada en 1888,
aunque culturalmente tienen poco en común) están muy cerca de superar a los
locales. Diferentes estudios indican que, para ser sustentable, la población de Isla de Pascua no debe superar las 8000 personas. Más allá del hecho de que la isla
debe traer todo de Chile, desde las camionetas último modelo hasta la cebada
para producir la cerveza local (Mahina), también hay serios problemas con las
napas y con la basura, que debe ser uno de los pocos productos que
"exporta" este pequeño territorio de 170 km2 (aquello que no se puede
reciclar se envía a Chile).
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